LA VANIDAD DEL AUTOR

martes, 18 de enero de 2011

A menudo se habla de la inmodestia o vanagloria de los escritores, seres engreídos y fatuos que no aceptamos bien las críticas y nos alzamos, para no apearnos, sobre el pedestal del ego más desaforado y descomunal. Y algo de cierto hay, a mi modo de ver, en esas afirmaciones, aseveraciones e invectivas hechas, siempre, con el ánimo más constructivo por el resto de mortales, ya sean legos o expertos en ésta y otras muchas disciplinas, pero sobre todo más sabios y capaces que uno mismo.
Hablando por propia experiencia y desde mi perspectiva de autora, creo que llevan razón, que no se equivocan, y el motivo es simple, claro y diáfano como el día, porque no hay nada comparable a la vivencia de crear, al atrevimiento de engendrar una obra, de darle forma en la cabeza, de trasladarla al papel, iniciarla y lograr concluirla, contemplar cómo da sus primeros pasos, cómo comienza a caminar... Eso sólo está al alcance de unos pocos osados, orates sin demasiada lucidez. Nada robustece tanto la vanidad del artista como la pretensión de llevar a cabo el trabajo, de ser capaz de terminarlo con bien, hasta sus últimas consecuencias. Porque el éxito no radica en conseguir publicarlo (misión imposible para los que no comen aún un pedazo del pastel), en vender más que nadie, o en recibir las mejores críticas, el éxito se halla en el centro mismo del esfuerzo, en llegar a convencerte de que puedes realizarlo, aunque suponga morir en el intento...
Encabezonarse.
Perseverar.
Ahí reside el verdadero orgullo. La verdadera vanidad.
Y no renuncio a ello.
Y no me arrepiento.

NUEVOS CIELOS

viernes, 14 de enero de 2011

Ahora que las luces de Navidad han enmudecido y las voces se han apagado, nos toca mirar de nuevo al cielo, observar su tibantez de enero fundido, de enero renqueante en el que volvemos a ser un poco más pobres. Las conciencias se han adormecido entre el despilfarro y la ilusión de intentar ser felices, de no perder un ápice de ese paraíso perdido que no hemos llegado a encontrar.
Sin querer ver.
Mirando hacia otro lado.
Me apearía de este enero en marcha, y me bajaría en la próxima estación, pero febrero proseguirá su ruta silenciosa y nos conducirá hasta el mismo lugar, quizás hacia ninguno...
Toca abrir la ventana y otear el cielo y contemplar las nubes para espiar el rumbo de los días, para explorar la dirección del viento y de las lluvias, y podar las plantas, y limpiar el jardín...
Y esperar..., para ver si los frutos maduran en las ramas.