Me gustaría, hoy, recomendaros un libro, una de las últimas novelas que he leído y que ha conseguido atraparme, mantenerme interesada durante toda su lectura. Hacía tiempo que un texto no conseguía sorprenderme. Me considero buena lectora, suelo devorar todo lo que cae en mis manos (casi todo), y lo que le pido a un libro es, precisamente eso, que no me deje indiferente, que me subyugue de alguna manera. Por desgracia para mí, cada vez me sorprendo menos y no consigo dar con aquella narración que me conmueva, que me anime a seguir leyendo.
La Ira del Fuego es una de esas novelas que rompen con lo anodino del paisaje literario, que se enfrenta a un problema existente, por doloroso que resulte; que nos hace abrir los ojos hacia una realidad que solemos olvidar, omitir con deliberación. En la Ira del Fuego se nos describe el coraje de una niña africana, la pasión de vivir aun en las más adversas circunstancias. Es un canto a la vida donde la vida se abre paso con dificultades, donde resistir el día a día y no morir de hambre, supone un triunfo cotidiano, una victoria sobre la muerte.
De estructura algo irregular (se aprecia que ManKell ha unido tres historias, sobre la misma protagonista, en una), la trama se sostiene haciéndole perdonar al autor alguna que otra discrepancia. El escritor nos relata sus experiencias en Mozambique, donde reside buena parte del año dedicando su tiempo a esos otros desheredados de la tierra, llevando a cabo una labor que pasa por los talleres teatrales y literarios, alimento imprescindible, también, para el espíritu.
En la Ira del fuego, ManKell se aleja de sus sagas policíacas para adentrase en un campo nuevo, menos explorado, pero sin perder un ápice de su capacidad narrativa, logrando, como siempre, que nos perdamos en su discurso, que quedemos, absolutamente, prendidos en la historia.