Una luz anaranjada

jueves, 12 de septiembre de 2013


 
 
El verano era una luz anaranjada que se nos colaba dentro, un día largo, una sensación al alcance de cualquiera.

Una tormenta y un remanso, una torrentera entre bosques. Creer que todo era posible, eso era el verano. Que las horas cedían y se estiraban a nuestro antojo borrando la molestia de contarlas, recreándose en la atonía de dejarlas caer. El verano era un  deseo inacabado, un ya se verá, un hasta mañana..., en la seguridad de ver el sol sobre cada cabeza, en la certeza de beberlo, de apurarlo como un vaso, medio lleno, medio vacío ya.
Eso era el verano...
Algunas promesas incumplidas, la espera sin esperanza, la pequeña muerte del que vuelve, del que regresa al callejón sin salida, a la esquina vacía y el solar desierto. Un plazo interminable que termina, una carta marcada, una ilusión de realidad.
 

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando pienso en el verano me doy cuenta de la relatividad del tiempo y sus diferentes maneras de trancurir, veloces en el sosiego y la buena compañía y lentas en el devenir de las obligaciones diarias. Ojalà volviera el 30 de junio... ya lo añoro.
Oscar