Las primeras gentes van y vienen a su tarea y un despertador rebota en los confines de una mesilla ajena. La ciudad se despereza justa, ecuánime. Los semáforos crujen, los coches forman en el cruce como pequeños escuadrones de plomo y algunos ojos se desvían incómodos mientras dura la luz roja. Impávidos observan la misma escena. Esquivos. Y nada cambia.
El perrillo consumido, harto ya de dar vueltas a la noria de la gula, se detiene junto a uno de los cuerpos pasmados, olisquea contento y comienza a lamer una mano que pende hacia el vacío. Y una caricia escapa desmañada, casi artrítica, dentro de un guante sin dedos. Pero el acto es reflejo, perdido entre los vapores del sueño, huido de la realidad por falta de costumbre.Es otra mañana que despunta, que pasea por el parque como una rígida dama encopetada. Una más, azul y despavorida, pero letárgica. La necesidad humilla los cuerpos. El ayuno los hunde en un bendito sopor, en una agradecida hibernación que hace la jornada menos temporal(....)"
1 comentarios:
Me encanta tu enfoque. La foto muy lograda.
Adrià
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